Opiniones Basílica de San Denís

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Ce concert à trois voix le Dimanche 24 Septembre grâce à une entrée a la Basilique de Sant-Denis à été prestigieux et exceptionnel. Dans ce lieu magique c'est très réjouissant. J'espère que cela pourra se renouveler pour le plaisir des dionysiens et des autres, c'est une extraordinaire découverte également pour les non-initiés
Merci
Andrée Minc
Opinión de la redacción

La Basílica de Saint-Denis, una joya de la arquitectura gótica, es mucho más que un simple edificio religioso. Situada al norte de París, encarna la historia de Francia a través de sus piedras milenarias, reflejando la evolución artística y política del país. Es principalmente conocida como el lugar de sepultura de los reyes de Francia, lo que le confiere una singular importancia simbólica.
Desde el momento en que los visitantes entran, quedan impresionados por la majestad de la nave, donde la luz se filtra a través de los vitrales, iluminando las capillas que celebran la riqueza de nuestro patrimonio. Fundada en el siglo I, la basílica ha sufrido numerosas transformaciones, particularmente en el siglo XII bajo la influencia del abad Suger, quien introdujo innovaciones arquitectónicas como los arbotantes y las bóvedas de ojiva, otorgando a la estructura su apariencia elevada y luminosa.
Quizás el aspecto más fascinante de la basílica sea su papel como necrópolis real. Al recorrer la cripta, uno puede encontrar las tumbas de figuras icónicas como Francisco I, María Antonieta e incluso Luis XVI. Cada tumba es una invitación a sumergirse en la historia, a imaginar las vidas de estos soberanos que moldearon nuestra nación.
La Basílica de Saint-Denis no es simplemente un lugar de recuerdo; es un espejo de una época en la que la espiritualidad y el poder terrenal se entrelazaban estrechamente. Hoy en día, se erige como un sitio esencial para cualquiera interesado en la historia de Francia. Al preservar esta obra maestra, salvaguardamos un patrimonio compartido, una memoria colectiva que merece ser celebrada y transmitida a las futuras generaciones. Cada visita es una lección de historia, un momento de contemplación que nos humilla ante la grandeza del pasado. Es por eso que la Basílica de Saint-Denis merece nuestra eterna admiración y respeto.