Historia del Moulin Rouge Historia del Moulin Rouge

Historia del Moulin Rouge

Después de la derrota de Napoleón III en la guerra franco-prusiana de 1870 y la depresión económica que siguió hasta 1896, Francia intenta reconstruirse y curar sus heridas sumergiéndose en la despreocupación, la fiesta y la ligereza. Este nuevo aliento que invade todo el país se siente principalmente en París, la ciudad de los excesos, donde la euforia de la época reemplaza los males causados por la guerra. Europa experimenta en ese momento grandes avances sociales, políticos y económicos, y el impulso general de positividad prevalece sobre las heridas del pasado. En el corazón de la capital francesa, que está en pleno proceso de urbanización y modernización, los parisinos de la clase media aprovechan los avances económicos y disfrutan en cafés, cabarés y salas de conciertos. Es la Belle Époque. En medio de toda esta efervescencia popular, la colina de Montmartre se convierte en un verdadero símbolo: sus salas de espectáculos y cafés-concierto se convierten en los emblemáticos lugares parisinos de esta época llena de alegría que durará casi 40 años.
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Moulin Rouge: Nacimiento de un símbolo

En este contexto, el Moulin Rouge abre sus puertas por primera vez el 6 de octubre de 1889. Situado al pie de la colina de Montmartre, el cabaret experimenta un éxito inmediato. La visión de los dos empresarios a cargo, Joseph Oller y Charles Zidler, da en el blanco: conocen a la perfección los gustos de los parisinos y quieren convertir este lugar en la verdadera sede de los más grandes noctámbulos de la ciudad. El público responde a la convocatoria. Los burgueses en busca de libertinaje acuden allí para coquetear con las prostitutas. En cuanto a los pintores y escritores, se embriagan con el emocionante ambiente del cabaret para inspirar sus obras más hermosas.

La decoración del cabaret es reconocible entre mil: un molino con grandes aspas móviles, pintado completamente de rojo, decorado con un molinero y una molinera que parecen intercambiar una mirada cómplice en las ventanas. En el interior, los juerguistas descubren una inmensa pista de baile con un pequeño escenario. Las paredes están cubiertas de espejos que reflejan las luces tenues que se desprenden de los grandes candelabros colgados del techo. Detrás del molino se esconde un jardín destinado a los días soleados, en el que se alza un enorme elefante de yeso a tamaño real proveniente de la Exposición Universal de 1889. En el interior del animal, una bailarina del vientre hace girar las cabezas de los comensales embriagados. Salido directamente de la imaginación del pintor y caricaturista francés Adolphe Léon Willette, el decorado es totalmente revolucionario para la época. Ningún otro lugar se asemeja al Moulin Rouge y el triunfo es monumental.

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Volantes y bailarinas

Como templo de la fiesta y el baile, el Moulin Rouge reclutó a las bailarinas más famosas de la época. Pero fue un baile llamado el Quadrille, creado en 1850 por una bailarina del Bal Mabille, Céleste Mogador, el que dio lugar al nacimiento del paso de baile más famoso de París, el French Cancan. Al ritmo frenético de Jacques Offenbach, las bailarinas de Quadrille ya volvían locos a todos los burgueses de la ciudad. Pero fue en realidad al otro lado del Canal de la Mancha, en Londres, donde se inventó el French Cancan tal y como lo conocemos. Este baile, inspirado en el Quadrille y mejorado por el productor inglés Charles Morton en 1861, creó una auténtica frenesí en el mundo de la danza.

Indecente, alegre y popular, el French Cancan debe su popularidad al arte de hacer el gran salto con una pierna en el aire, levantando los faldones. Vestidas con medias negras, ligas, encajes y volantes seductores, las bailarinas de Cancan literalmente cautivan a los clientes del Moulin Rouge. Muchas bailarinas, como La Goulue, Miss Jenny o Nini Pattes-en-l'air, se convierten en símbolos del cabaret y atraen a los clientes en busca de emociones fuertes. El gran pintor francés de la época, Henri de Toulouse-Lautrec, inmortalizará estas escenas de baile coloridas y delirantes en algunas de sus obras hoy famosas.

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París ofrece a sus visitantes diversas facetas, de acuerdo al lugar visitado y del momento del día. Por lo que hay varias maneras de contemplar y amarla.

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